Por: Frank Rivera.
Richmond Hill. Queens, NY.
¿Por qué al cándido se le caza? Por su inexperiencia, confiabilidad o torpeza. En la República Dominicana las muertes en “intercambios” a tiros con la policía, son el pan nuestro de cada día, donde en muy contados casos, los gatilleros de la Policía Nacional son alcanzados por los disparos de sus atacantes.
Si nos dedicásemos a llevar estadísticas de la cantidad de individuos que han caídos abatidos por la delincuencial policía dominicana, por supuestamente estar involucrados en actos criminales, ya la patria de Duarte debía estar depurada de malhechores, resulta que no es así, de donde parece indicar que están matando a los inocentes, a los locos o loquitos viejos, como suele decirse en Quisqueya, porque los verdaderos “turpenes” no están robando en bodeguitas o colmaditos, para comer, ni arrebatando carteras a los desprevenidos turistas o criollos en el malecón, la zona colonial o peor aún, en las barriadas de la capital, de sus pueblos o campitos.
Las cantidades de inversiones que se hacen para tecnificar o modernizar nuestras fuerzas policiales, son tan incalculables como lo son sus víctimas, (al menos que esa tecnificación consista en la misma que se llevó a cabo para la época del Cuerpo de Paz, donde se dotó a la policía de unas macanas fabricadas con una goma negra, muy especial garrotes estos que no partían al dar los golpes pero te dejaban la sangre coagulada por dentro, degenerando en males peores que te mataban y si te salvabas, quedabas loco, para hacer el juego a estas se dotó a unos individuos, ninguno con menos de seis pies y cinco pulgadas y más de 250 libras, de un casco blanco.
Que más luego fue pintado de negro [esto después de la guerra de abril 1965,con el propósito de borrar de la imagen del pueblo la grotesca figura de aquella aclamada fuerza de choque, los cuales en su gran mayoría pagaron con su vida en la revuelta constitucionalista] en fin este obsequio, pagado con el dinero de los ciudadanos dominicanos y la generosa aportación de los intereses de la reacción criolla, extranjera y la admisión o vista larga clerical, venía con el paquete de la ayuda del Cuerpo de Paz, para pacificar al pueblo) el estímulo que se les da a estos “agentes del orden” es tal, que atraídos por la promesa de un ascenso por haber ultimado a un “delincuente” salen como lobos voraces en busca de a quien rellenar de plomos, se desplazan con sus armas sobadas para en la primera oportunidad disparar y hacerse los héroes.
Total, que podemos esperar de un cuerpo represivo creado por los invasores yanquis en la invasión de 1916, de donde emergieron criminales de la calaña de Rafael Leonidas Trujillo y Molina.
Por supuesto que estos cándidos, por el hecho de serlos, no pretendo insinuar que sean santitos, lo que si me atrevo asegurar es que sus captores son unos barbaros sanguinarios ávidos de sangre que en muchos de los casos aprovechan la licencia que tienen para matar, para linchar por encomienda o encargo a enemigos de bandas dedicadas al trasiego de drogas.
El nivel de credibilidad a nuestras autoridades ha caído por lo más bajo, transciende a la escala de lo bajo cero, pero muchas veces. La crisis ha llegado al tope, solo le queda descender, pero esto únicamente se lograría cortando por lo sano, lástima que esto también se hace muy difícil puesto que de sano queda muy poco.
Richmond Hill. Queens, NY.
¿Por qué al cándido se le caza? Por su inexperiencia, confiabilidad o torpeza. En la República Dominicana las muertes en “intercambios” a tiros con la policía, son el pan nuestro de cada día, donde en muy contados casos, los gatilleros de la Policía Nacional son alcanzados por los disparos de sus atacantes.
Si nos dedicásemos a llevar estadísticas de la cantidad de individuos que han caídos abatidos por la delincuencial policía dominicana, por supuestamente estar involucrados en actos criminales, ya la patria de Duarte debía estar depurada de malhechores, resulta que no es así, de donde parece indicar que están matando a los inocentes, a los locos o loquitos viejos, como suele decirse en Quisqueya, porque los verdaderos “turpenes” no están robando en bodeguitas o colmaditos, para comer, ni arrebatando carteras a los desprevenidos turistas o criollos en el malecón, la zona colonial o peor aún, en las barriadas de la capital, de sus pueblos o campitos.
Las cantidades de inversiones que se hacen para tecnificar o modernizar nuestras fuerzas policiales, son tan incalculables como lo son sus víctimas, (al menos que esa tecnificación consista en la misma que se llevó a cabo para la época del Cuerpo de Paz, donde se dotó a la policía de unas macanas fabricadas con una goma negra, muy especial garrotes estos que no partían al dar los golpes pero te dejaban la sangre coagulada por dentro, degenerando en males peores que te mataban y si te salvabas, quedabas loco, para hacer el juego a estas se dotó a unos individuos, ninguno con menos de seis pies y cinco pulgadas y más de 250 libras, de un casco blanco.
Que más luego fue pintado de negro [esto después de la guerra de abril 1965,con el propósito de borrar de la imagen del pueblo la grotesca figura de aquella aclamada fuerza de choque, los cuales en su gran mayoría pagaron con su vida en la revuelta constitucionalista] en fin este obsequio, pagado con el dinero de los ciudadanos dominicanos y la generosa aportación de los intereses de la reacción criolla, extranjera y la admisión o vista larga clerical, venía con el paquete de la ayuda del Cuerpo de Paz, para pacificar al pueblo) el estímulo que se les da a estos “agentes del orden” es tal, que atraídos por la promesa de un ascenso por haber ultimado a un “delincuente” salen como lobos voraces en busca de a quien rellenar de plomos, se desplazan con sus armas sobadas para en la primera oportunidad disparar y hacerse los héroes.
Total, que podemos esperar de un cuerpo represivo creado por los invasores yanquis en la invasión de 1916, de donde emergieron criminales de la calaña de Rafael Leonidas Trujillo y Molina.
Por supuesto que estos cándidos, por el hecho de serlos, no pretendo insinuar que sean santitos, lo que si me atrevo asegurar es que sus captores son unos barbaros sanguinarios ávidos de sangre que en muchos de los casos aprovechan la licencia que tienen para matar, para linchar por encomienda o encargo a enemigos de bandas dedicadas al trasiego de drogas.
El nivel de credibilidad a nuestras autoridades ha caído por lo más bajo, transciende a la escala de lo bajo cero, pero muchas veces. La crisis ha llegado al tope, solo le queda descender, pero esto únicamente se lograría cortando por lo sano, lástima que esto también se hace muy difícil puesto que de sano queda muy poco.
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